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El Ser de la Planta: Una Lectura Filosófica del Cannabis como Símbolo Espiritual

La planta que porta un significado más allá de lo visible
El cannabis es, sin duda, una de las plantas más simbólicas de la contemporaneidad. Durante siglos fue silenciada, criminalizada o relegada a los márgenes de la cultura dominante. Ahora resurge como elemento central en debates que abarcan la salud, la libertad, la espiritualidad y la filosofía. Pero ¿y si miramos la planta con otros ojos —no los de la ciencia ni de la política, sino con los de la filosofía existencial y la búsqueda espiritual?

Este artículo es una invitación a explorar el “ser” de la planta. No solo lo que es como organismo vegetal, sino lo que significa como símbolo, como presencia en el mundo, como interlocutora del alma humana. Como un espejo silencioso, el cannabis puede revelar capas ocultas de nuestra existencia.

¿Qué es el “ser”? Una cuestión filosófica esencial
En filosofía, especialmente en la ontología —el estudio del ser— existe una búsqueda antigua por comprender lo que está en la base de todo: ¿Qué es ser? ¿Qué es existir? ¿Cómo podemos acceder a la esencia de las cosas? Estas preguntas atraviesan a pensadores como Parménides, Aristóteles, Heidegger, Sartre, entre otros.

Cuando hablamos del “ser de la planta”, no nos referimos únicamente a su biología, sino a su presencia simbólica en el mundo. A lo largo del tiempo, el cannabis ha sido asociado a experiencias espirituales, rituales sagrados y prácticas de expansión de la conciencia. Su “ser”, por tanto, trasciende lo físico y se abre al campo de lo sutil, lo simbólico, lo existencial.

La planta como símbolo espiritual
En muchas tradiciones, el cannabis es considerado una planta de poder. En el hinduismo, por ejemplo, está asociado al dios Shiva, y en culturas chamánicas se utiliza como puente hacia otros estados de conciencia. Este uso espiritual no es un detalle folclórico: apunta a la percepción ancestral de que la planta posee una conciencia propia, una energía específica que puede ayudarnos en los viajes interiores.

Como símbolo espiritual, el cannabis representa entrega, desapego, presencia y transformación. No es una respuesta, sino un camino. Un canal que nos lleva de la mente al espíritu, del ego al yo profundo. Su símbolo no es fijo: se mueve, se adapta, se moldea al viaje de quien lo encuentra.

La lectura fenomenológica de la experiencia con el cannabis
Desde una perspectiva fenomenológica —que busca describir la experiencia vivida sin juicios previos— el contacto con el cannabis puede entenderse como un fenómeno que expande el campo perceptivo, abriendo espacio para una nueva forma de estar en el mundo. Los colores parecen más vivos, el tiempo más dilatado, las ideas más libres. No se trata solo de un efecto químico, sino de una reconfiguración temporal de la conciencia.

Esta experiencia abre una ventana a lo que los filósofos llaman el “ser-en-el-mundo”: la forma en que existimos en relación con todo lo que nos rodea. La planta, en este contexto, nos invita a acercarnos de nuevo al instante presente, a disolver el exceso de racionalidad y a reconectarnos con la vivencia pura.

El cannabis como lenguaje del ser
Hay quienes dicen que la marihuana “habla” —y no es una exageración. No habla en palabras, sino en sensaciones, en silencios, en estados del alma. Su lenguaje no es verbal, pero sí profundo. Un lenguaje que solo puede ser comprendido por quienes la escuchan con atención, sin prisa, sin miedo.

El filósofo francés Merleau-Ponty hablaba del cuerpo como lenguaje —y quizá el cannabis funcione como un dialecto sutil entre el cuerpo, el alma y el mundo. La planta se comunica con nuestra energía, con nuestra memoria emocional, con nuestras intuiciones. Expresa su ser cuando estamos dispuestos a sentirla más allá de la superficie.

Reflexiones finales: reconocer el ser en lo que fue negado
Durante mucho tiempo, el ser del cannabis fue negado. Reducido a estereotipos, silenciado por prejuicios, criminalizado por intereses económicos. Pero la filosofía nos enseña a mirar lo marginado con nuevos ojos. A rescatar el significado, el misterio, la esencia.

Reconocer el ser del cannabis es también un acto de reconocimiento de nosotros mismos —de nuestros propios estados de conciencia, de nuestras posibilidades espirituales, de nuestra capacidad de trascendencia.

Tal vez, al final, el ser de la planta sea una invitación a la experiencia auténtica de la existencia: vivir con más presencia, más apertura y más conexión.

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